Nuestro aquelarre

30 de julio de 2010

Complicaciones



Hola mis chicos, les aviso, por medio de mis queridas amigas que algunos conocen y me hacen el favor de manejar todo acá ahora que por algunos asuntos médicos y complicaciones me encuentro en reposo asi que, yo, por el momento no podre andar por aqui, ni leer sus blogs o fics.


Mis amigas del alma, me haran el gran favor de publicar cosillas por mi, como los premios, darlos, y algunos capis de deseos o primeras si los escribo.


Por el momento, no habra lazos, lamento informarles eso, pero me es imposible escribir mucho desde donde estoy.


Les mando besos, pidiendoles que me entiendan. Les prometo que el blog no sera abandonado.

25 de julio de 2010

Premios por mí


Bueno, con tantos premios que yo recibo de ustedes, pensé, que ya era hora de retribuirles un poco ¿no creen? Aqui se los dejo.


Este regalo, se lo doy a Irene, de esperado anochecer e irene comendador, que es mi hermana por lo grandioso que son sus escritos, la verdad, que no saben, es fantastica en eso de entretejer historias, para mi, resulta todo un obsequio tenerla en mi vida.



Uno a mis seguidores, que me apoyan al maximo con todo, ya somos ¡92! y eso me llena de alegria, al igual que sus palabras de aliento que me regalan aveces, los estimo muchisimo y les agradezco imensamente que se pasen por aqui tantas veces a la semana aunque sea para saludar.


Y, por último, este premiesillo que he creado para mi propia diversión.



Este viene con reglas, y son necesarias que las cumplan ¿ok?

1. Menciona a quien te dio este premio.

Yo misma, ja, ja.


2. ¿Qué es la inspiración para ti?

 Es como la lluvia, no sabes cuando viene, no la controlas, cuando quieres que llegué no lo hace y en cuanto acuerdas ya se marcho.


3. Menciona 5 cosas que te inspiran.

~El arcoiris.
~La lluvia.
~La poesía.
~Las emociones.
~La música.


4. Escribe lo primero que se te venga a la mente.

Inspiración, ingrata compañera... ¿donde estas cuando te necesito? ¿donde esta mi musa?


4. Pasa este premio a tres personas que tu sabes, son de lo más inspiradoras.

Sandocan de Clochart trotamundos.
Leire de Alas para volar.
Irene, de Irene comendador.

Espero les gusten xD.

Un beso.

23 de julio de 2010

Deseos Obscuros 1




Capitulo 2


Vi a Itzel en la puerta de la escuela esperándome.

Era tal y como la recordaba. Un par de centímetros más baja que yo con el pelo negro azabache lustroso suelto a media espalda y su piel cobriza. De complexión pequeña pero muy amistosa.


Me dedico una sonrisa. Suspire con alivio, al menos en esta nueva travesía no estaba sola, tenía a dos de mis mejores amigas a mi lado, y confiaba en que ellas me ayudarían en todo.


—Te ves genial—comenté mientras la abrazaba.


—A ti no te queda tan mal el uniforme para ser una citadina—me respondió devolviéndome el cumplido con mucho ánimo.


Ella me acompañó hasta el edificio número 1 que era el que me tocaba por mi grado. Entonces se despidió de mí, no sin antes recordarme que tenía la primera clase en el salón 6, que estaba subiendo escaleras, y que no estaría sola porque me encontraría ahí con Gaby.


Yo entré al edificio con determinación, intentando calmar mi miedo de ser la nueva. En cuanto subí al segundo piso pude ver a Gaby, recargada en la pared, esperándome.


Ella estaba un poco más alta que yo, seguía siendo muy delgada y tenía el pelo castaño suelto. Para mi mi amiga era muy bonita y la adolescencia parecía haberle sentado de buen modo. Sus ojos miel brillaron cuando notó mi presencia.


Me acerqué a ella con rapidez.


—Ya llegaste Elizabeth—me besó la mejilla como saludo—. Tengo la primer clase contigo.


Me empezó a contar detalles importantes sobre los maestros, como que actitudes los sacaban de quicio, que era en lo que más se fijaban y sus estándares a la hora de calificar.


Ya me sentía más cómoda con eso, no tendría que andar adivinando que le parecía a cada maestro y que no, me la había puesto fácil.


Sonó el timbre y entramos juntas a la famosa clase de química.


Al fondo del salón vi a un par de chicos bellísimos. Los dos eran muy pálidos. Ella era menuda, más o menos de mi estatura y tenía el pelo de un color muy particular: cobrizo formando pequeños caireles alborotados retenidos con una banda plateada para el pelo, sus ojos eran de un matiz dorado lacónico. El chico era rubio, alto y algo musculoso, sus ojos eran azules, el típico Ken Malibú (en versión vampiro por lo marfileño de su piel).


Ellos me llamaron la atención por sobre todos. Tenían ojeras de un color lila desvaído muy distintas a las horribles manchas negras que me salían a mí cuando no dormía. Ni siquiera comparables tampoco con mis ojeras habituales, las que tenía comúnmente por mi herencia genética, sin necesidad de desvelos o nada que se le pareciera.


Estaba casi segura de saber con exactitud quienes eran esos chicos, pero aun así pregunte:


—Gaby… ¿quiénes son ellos?


Ella siguió la trayectoria de mi mirada aunque estoy 100% de que ya sabía exactamente a quien me refería. Eran algo imposible de ignorar, algo que saltaba a la vista.


—Son Anne Stewart y Robert Taylor— ¿cómo podían ser así de guapos? Pues sí, que Levi era muy atractivo pero… ¡Qué injusticia era eso!—. Ambos tienen 16 años—comenzó a explicarme sin que se lo pidiera, bueno, al menos no con palabras—, deberían de ir en segundo de preparatoria pero como son estadounidenses perdieron un año en lo que se mudaban y aprendían a hablar español. Se les da con mucha fluidez; creo que ni siquiera tienen acento.


Tenían algo de parecido con Levi, tal vez el tono de la piel, tan traslucido. La belleza, por supuesto y al parecer muchas virtudes ¡no tenían acento! Yo creía que eso era algo imposible en un estadounidense que aprende el español.


—Son los amigos de mi papá… ¿No es así?—hice como que no lo sabía sin tener muy claro el porqué.


Esa fue la primera de muchas mentiras que le dije a Gaby de ese día en adelante. Y todas fueron, al menos por un par de meses, sin explicación, porque no entendía nada muy claramente, ni siquiera me entendía muy bien a mi misma en ese momento.


—Exactamente.


Nos sentamos una al lado de la otra atrás muy cerca de los Stewart. La clase estuvo bien, el maestro Torres sabia de lo que hablaba y me agrado al final, tenía un buen método de enseñanza. Cuando termino Gaby se paro.


—Tengo examen y no te puedo llevar a tu siguiente clase—hizo una mueca—, pero es a tres salones de este… eh… ¿está bien?—esperó mi repuesta preocupada, con un gesto que decía a gritos “por favor”.


Yo amo a Gaby pero eso era algo típico de ella, siempre era tan solicita que cuando algo le impedía serlo se sentía un poco culpable con ella misma. Algo a mi parecer innecesario y degradante, ella era fantástica, no necesitaba ni se merecía culpas de ningún tipo.


—Sí, no te preocupes, ve a hacer tu examen.


—Gracias—me sonrió agradecida y se fue.


Suspiré y me paré con desgano para ir a mi siguiente clase. Todavía no salía del salón cuando alguien rosó mi hombro.


Volteé y vi a Anne detrás de mí.


—Hola—me saludó besándome la mejilla con mucha confianza; tal vez demasiada para mí.


—Soy Eli…


—Elizabeth Ortiz Bibian—interrumpió pronunciando mi nombre con voz diáfana y musical—. Conozco a tu padre; Yo soy Anne Stewart—me traspasó con la mirada conforme se presentaba—. Te acompaño a tu siguiente clase—dijo sin preguntar, más bien como una aclaración.


Gaby dijo que el salón estaba a tres salones podía encontrarlo yo sola, no necesitaba un guía. Al parecer Fidelmar se había pasado de la raya y debería de pensar en algo para ponerle un alto a la amabilidad de los Stewart.


—No es…—comencé a excusarme de su ofrecimiento pero me detuve por la forma de reproche en que se frunció su cara angelical enfurruñada no se veía tan linda—. Gracias—musité resignada.


Caminé junto a ella y (tal vez fue mi imaginación) pero creí que mis compañeros me miraban con mas fijeza que en el estacionamiento.


—Bueno aquí es tu clase.


Se paró frente a un salón como cualquier otro con un letrero que decía Sociología con enormes letras negras. Me detuve a su lado aun sin verle lo necesario al hecho de que se ofreciera a acompañarme, creo que no soy una retardada y el letrero además, indicaba muy claramente que ese era el salón.


—Gr…


—Ni se te ocurra volverme a dar las gracias—arrugó su nariz perfecta reprendiéndome. Su voz parecía de advertencia. ¿No le gustaban las personas amables?—. No es por el protocolo normal de educación—me explicó con voz amable.


Es de mala educación no dar las gracias ¿o no? Era lo normal que después de un favor ya sea pedido a no la persona que lo obtuvo diga “gracias”. Bueno, al menos eso pensaba yo.


“Estoy de acuerdo contigo pero no he hecho nada por ti necesario de un agradecimiento—rebatió mi pensamiento con rapidez.


Yo casi ni la escuché, seguía pensando. Quiero decir, ella me llevó al salón sin necesidad era un poco rara al fin y al cabo yo hubiera podido ir sola. Sus gestos parecían juguetones y a la vez preocupados, como los de una madre cuando su hija se cae. Esa chica sí que era rara.


—Eso no es 100% correcto—prosiguió—. La necesidad de llevarte al salón era clara tal vez tú no…


Dejé de oírla una vez más para atender a mis pensamientos, solo que esta vez no eran simples quejas hacia el comportamiento de ella.


Un momento…, era como si mi mente hubiera hecho corto circuito, ¿acaso sabía lo que pensaba?


—Eh…—ni siquiera sé porque dije aquello, tal vez para llenar el hueco sin conversación, para lograr ganar tiempo para acomodar mis desprolijas ideas.


— ¡Maldición!—se lamentó—. Me has descubierto, ahora no sabré más.


Era posible… ¿leía mi mente?, sentí como mis facciones se tensaron ante esta idea, pero era… no, no nada era imposible, me contrarié a mí misma.


—No es posible—dije a borbotones sin saber a qué idea de mi cabeza hacerle caso, sin saber que pensar de eso.


Pero descubrí en un par de segundos que al menos podia tener en mi mente una idea clara: si yo podía ser un escudo ella podía leer mentes. No quería que nadie supiera lo que pensaba ¿Qué no mi escudo debía proteger también mi mente?


—Sí, tu escudo la protege—me respondió, bueno, a mi mente en realidad—. Ahora no veo nada—hizo un mohín—, ¡muchas gracias!


Cerré los ojos con brusquedad sin saber muy bien el porqué.


—Es inútil—su voz parecía frustrada creo que seguía intentando saber lo que pensaba.


— ¿Cómo me leíste?


Le dije con rapidez, muy molesta. En ese momento abrí mis ojos.


—Arrivederci.


Se despidió de mí y me dio la espalda; ignorándome, a mí, a mi pregunta formulada, y a las otras dos millones que se quedaron en mi mente.


Tuve que entrar a la clase pero mi curiosidad estaba viva. En realidad las primeras horas fueron muy comunes:


Iba a cursar las mismas clases de mi otra prepa, solo que en periodos distintos. En la mañana 3 clases de una hora cada una con 5 minutos entre ellas y de las 10:45 a las 11:30 el almuerzo. Después 2 clases (del mismo tiempo de las anteriores) hasta la una y media.


Todos los días serian iguales excepto los martes y los viernes en los cuales salía a la una treinta y después tendría que regresar de 5 a 7 para otras dos clases. El sábado era el día de los talleres pero no eran obligatorios.


Entre clase y clase conocí a Dulce (una chica muy agradable, alta, con el cabello negro con matices rojizos y pecas que era amiga de Itzel y de mi prima; tomaba geografía conmigo) y a Fernando (un chico poco común, un poco raro, no muy alto, con el cabello corto negro peinado de costado y una sonrisa profusa que se juntaba con ellas).


Fernando me acompañó a la cafetería y ambos compramos galletas de chispas de chocolate y un jugo. Nos sentamos en una de las mesas viejas de la misma y comenzamos a comer.


—No deben de tardan en venir Candy, Marimar, Livvy y Matías.


— ¿Quiénes?


—Dulce, Gaby, Itzel y Cristóbal.


— ¿Cristóbal?


—El hermano mayor de Itzel, va un año adelantado así que está en nuestro mismo grado—no parecía agradarle la idea de explicármelo todo—. Mira ahí están—dijo señalándolos con el dedo.


—Gaby, Itzel, Dulce y un chico (quien presumí era Cristóbal) estaban haciendo fila en la cafetería.


Los ojos de Cristóbal eran de un color azul intenso, su piel blanca y era alto, delgado y guapo; aunque en su cara se distinguía aun el ápice de la niñez, al fin y al cabo tenía solo… 14 años. Pero era muy guapo, y eso nadie se lo quitaba…


¡Qué te pasa Elizabeth!, me regañé a mí misma, no es posible que te fijes en alguien menor, no eres una asaltacunas


Al poco tiempo salieron de la fila y se sentaron con Fernando y conmigo.


Estaban sosteniendo una conversación sobre una salida al cine a la que me invitaron después de que Itzel lo consultara con los demás (sin discreción alguna).


En realidad la conversación me resultó tediosa, podía entender, que ellos estuvieran emocionados pero yo no, para mi ir al cine era común. Decidí distraerme mirando a las personas de las otras mesas; una en especial atrajo mi atención casi al instante:


Al fondo de la cafetería, en una esquina poco notoria estaban sentados los chicos más guapos de toda la escuela. Primero Anne con una sonrisa inmensa y los ojos brillantes; después Robert, a su lado, con la vista fija en su novia; una chica con el cabello rubio planchado a media espalda, muy hermosa (Catherine) alta, con los ojos azules y una figura envidiable con gesto despreocupado.


En ese momento lo vi.


De último estaba James, sus ojos eran del mismo matiz dorado de los de su hermana y su cabello de una tonalidad cobriza idéntica la de ella. Era delgado de complexión más pequeña que la de sus hermanos, tendría unos 16 años por menos.


¿Quién sería el más atractivo?


Robert era muy guapo pero con demasiados músculos. Catherine era rubia y eso le restaba puntos (una barbie Malibú vampira. Con razón ella y Robert eran hermanos). Anne era bellísima pero no tenía el cuerpo de Catherine y… James estaba perfecto. No demasiado alto ni muy bajo… de aspecto saudoso… Casi como si fuera una escultura griega. Una escultura labrada en marfil de algún dios de la mitología griega.


Ahora que veía a los Stewart todos juntos no eran lo que esperaba. Todos tenían cosas en común a pesar de no estar emparentados:


Sus dientes eran blanquísimos, su piel de una coloración pálida, y ojeras de un suave lila. Lo anterior no afectaba su belleza; ya que esta era un tipo de belleza insondable, casi trágica. Parecían modelos de revista.


No les despegué la vista y es que eran totalmente distintos a cualquier otro estudiante. Ahora sí que tenía razones para odiar a los Stewart.


Miré mi uniforme. Yo parecía una estudiante común y corriente; y todos ellos un grupo de los modelos más chic de Milán. Podría haber jurado (de no saber quiénes eran con antelación) que trabajaban para Coco Chanel o Ralph Lauren.


¡Es injusto que alguien sea tan bello!, me quejé con Dios en mi cabeza.


Desviaba la mirada de cuando en cuando (más que nada para que mis compañeros de almuerzo no me descubrieran) pero siempre perdía y mi vista regresaba hacia ellos.


Al final me descubrieron.


—Elizabeth—me llamó Gaby— ¿Te gusta James Stewart?


Eh… ¿Gustarme aquel guapísimo e inalcanzable chico?


—No. Apenas lo conozco. ¿Por qué lo dices?


Mentira dos. Y ella lo iba a notar, de seguro porque estaba hablando demasiado, tal como lo hago cuando estoy nerviosa.


—Por que no le quitas la vista de encima—sonrió.


— ¡Claro que no!


Mentira 3.


—Entonces no voltees ahora porque no te interesa; pero él te está viendo—me dijo con voz baja, susurrando.


— ¿En serio?


Eso era imposible de creer.


—Sí. Espero que se hagan amigos—añadió.


—Lo dudo.


Me apresuré a responderle, no podia olvidar que los Stewart me caían mal. No importaba como lucieran, no debía olvidar eso.


—Pero…


—Shhh… No hay que hablar más de eso—la interrumpí dando fin a esa plática.


Y ella se quedó callada, obedeciéndome a simple vista pero me miro de una forma tan fija, tan curiosa que yo estaba segura de algo: no se tragaba ni la mitad de mis palabras, sabía que le estaba mintiendo.


Cuando el timbre sonó me despedí de mis nuevos amigos sin mucha atención y me di la vuelta para ir a mi siguiente clase.


Era matemáticas, algo que no me entusiasmaba en lo más mínimo porque era pésima. Sabía sacar las ecuaciones pero nunca lograba memorizar los procedimientos de binomios. Revolvía el método de reducción con el de igualación. Todos los trinomios los veían iguales, en realidad solo sabía sacar raíz cuadrada de números exactos. Y para colmo creo que mis divisiones (o mi intento de dividir) dejan mucho que desear a la mayoría.


Estaba jodida en mate.


Me faltaban al menos otros 4 minutos de camino para llegar cuando alguien rozo mi hombro. Me volví casi segura de que era Anne pero falle.


Frente a mi estaba el mas juvenil de los Stewart.


—Hola—formó una sonrisa poco comprometedora y se la devolví con gusto, sin más—. Me llamo James Stewart. Tú debes de ser Elizabeth—abrí la boca pero no supe que decir, seguía un poco deslumbrada por su sonrisa así que me limite a asentir—; nuestros padres se conocen.


—Si…


La mirada de mis compañeros estaba más que fija en mí.


—Tengo la clase de matemáticas contigo—me dijo y comenzó a caminar hacia el salón.


Yo lo seguí y él iba a mi lado con una distancia de unos 10 centímetros.


— ¿Cómo te va en tu primer día?


—Bien… supongo—me traspasó con la mirada—. Es interesante.


Escuché conforme caminaba algunos comentarios groseros de chicas como “que tiene ella de especial” algo cierto hasta llegar a unos como “maldita zorra” demasiado fuertes para mi gusto.


—Que bien…—discurrió mis palabras—… Supongo.


Me pareció que se burlaba de mi poca habilidad para hablar. Repitiendo mis palabras con lentitud, sonriendo…


—Es que me parece todo un poco predecible—le lancé una pedrada. Enarco una ceja e intenté concentrarme sin dejarme llevar por su bello rostro— ¿No lo crees?


— ¿Estás segura?—me retó con mirada inescrutable.


No te dejes llevar, ¡NO!


—Si—en mi voz se filtro un tono dubitativo que me molestó—. Eso creo.


¡Maldición! "Eso creo" Ya había caído en la duda por su culpa.


— ¿Qué vaticinas sobre mi?—preguntó divertido—. Yo debo de ser fácil de descifrar.


Que pronto me creerás loca, dije en mi mente.


Al menos eso era algo.


— ¿Sabes ya que soy un escudo?—asintió y me di cuenta de que me había arriesgado a darle demasiada información, pero bueno, si su hermana creía que podia leer la mente…—. Yo creo que eres misterioso… ¿Escondes algún secreto?


Fue lo mejor que se me ocurrió.


Por un momento sus facciones sufrieron un leve cambio ¿miedo? Pero no supe que fue ya que ipso facto su faz volvió a tornarse seria y a la vez tan desenfadada como antes.


— ¿En serio?—perecía decepcionado—. Eso no es muy difícil de adivinar.


— ¿Qué esperabas?—su rostro parecía divertido e intente sonreír como el aunque solo logré una risita un poco tonta—. Soy un escudo no un lector de mentes.


—Ser lector de mentes no es tan bueno como todos creen.


— ¿Lo dices por experiencia?—tenté terreno, si su hermana podia leer mentes era probable que el también.


—Exactamente—agradecí tener mi escudo—. Por ejemplo con personas como tú—hizo un mohín—, me resulta excesivamente molesto estar acostumbrado a saber lo que todos piensan y después toparme con alguno de ustedes y no poder leerlo.


Toparse conmigo era molesto. No quería que mi tristeza se colara por mi mirada así que la desvié con delicadeza. Ya faltaban unos pasos para llegar al salón.


—Conocí a Anne—cambié de tema justo cuando el timbre repiqueteó para no seguir con esa conversación que llevábamos hasta ahora—; ella es muy agradable—le comenté y entré al salón.


—Lo es—dijo con simpleza sentándose hasta atrás del aula.


Por fortuna el maestro ya había llegado. Le dije que era la nueva y como en las otras clases me mandaron hasta atrás. Al lado de James esta vez.


Me senté y sentí su mirada fija en mí. Me agaché y mi fleco me tapó un poco la vista.


La clase fue interminable, el maestro hablaba de un montón de términos que no comprendía, además, en mi fuero interno me debatía sobre la posibilidad de mirar de reojo a James, algo que primero me negué rotundamente. Al final (como es obvio) termine cediendo y lo mire con discreción.


En cierto punto nuestras miradas se encontraron. La suya era sumamente intensa, casi mórbida, me puso la piel de gallina. ¿Qué le sucedía? En su mirada tomaban forma el deseo y la repulsión a la vez ¿Qué lo hice? Fui un poco mordaz pero no lo suficiente como para que me observara de tal manera ¿o sí?


Seguí cavilando hasta que el me interrumpió. Me lanzo un papel.


Lo alcance con mi pie y lo arrastre hasta mi lugar. Cuidadosamente para que el maestro no lo notara lo abrí por encima de mi libro de texto, con los dedos temblorosos, estaba escrito con una caligrafía hermosa:


¡Hola Elizabeth!


Dime... ¿Te gustaría que después de clases...


— ¿Está lanzando papelitos en mi clase señorita Ortiz?—dijo enojado el maestro Ramírez interrumpiendo mi lectura—deme ese papel—me ordenó.


Voltee a ver a James y él me indico que le lanzara el papelito. Se lo lancé con torpeza pero él lo atrapo con facilidad. A lo mucho pasaron unos 25 segundos antes de que el maestro comenzara:


—Señor Stewart deme el papel.


Parecía contento como si la idea de cachar a James haciendo algo indebido le encantara.


—Aquí tiene—se lo entregó con ese desenfado tan natural en el que ya lo caracterizaba al menos para mí.


El maestro lo tomo con acritud y lo leyó. Conforme lo hacia su sonrisa de ¡te atrape! Se le borró. Al terminar estaba definitivamente molesto y se lo regreso a James.


¿Eso era todo? Yo esperaba un buen regaño. Después James me lo dio a mí sin rozarme la mano frente al maestro.


Abrí el papel para leerlo completo:


Elizabeth:


¿Nos vemos en mi casa para que te explique lo de los ecuaciones cuadráticas? Sí, y también como viaja el sonido. Ok ya hay que seguir viendo la clase, por que el maestro está explicando el discriminante de la ecuación cuadrática “b2—4ac” seria entre dos:


1x=(-b±√(b^2-4ac))/2a






2x=(-b±√(b^2-4ac))/2a


Siendo en el a – y en el b + o viceversa ¿no?


Exacto Elizabeth ese es el radical más común. Acuérdate de que si es cero la raíz cuadrada es cero y la solución única que se obtiene se llama solución doble. Y si es negativo la ecuación no tiene solución real.


Ósculos para ti...


¿Ósculos?


Ese era otro papel. La letra que hizo James se parecía mucho a la mía aunque algo más prolija para mí gusto. Además yo jamás escribiría:


O viceversa ¿no?


Era un poco (demasiado) de adulto.


Y yo que pensé que mi letra era bonita y no lo era, al menos no junto a la suya. Pero lo que más me sorprendió fue como pudo James escribir con tal rapidez aquella nota falsa ¿acaso era adivino? Ja, eso sí que sería cómico su hermana lectora de mentes y el clarividente.


Eso era frustrante.


¿Ósculos?


Algo que estaba claro era que yo no tenía el menor problema de recibir ósculos de James.


El resto de la clase fue incómodo. Cada vez James me miraba con más intensidad; tal como antes con deseo y odio mezclados de tal manera que comenzaba a asustarme realmente. Tal vez me miraba con deseo de hacerme daño pero… ¿por qué motivo?


Al final el timbre repiqueteo en mis oídos.


Me paré de mi asiento y me dirigí hacia la puerta. Comencé a caminar al salón de mi siguiente clase y esta vez, contra mis deseos nadie se acerco a tocarme la espalda y caminar conmigo a mi siguiente clase.


Y así se acabo mi día. Salí del salón de mi última hora con un aire entre molesto y decepcionado, sin la menor idea de lo que ocurriría después.


Afuera del salón, recargado en la pared con los ojos cerrados estaba James Stewart, esperándome. Aun tenía el aspecto de una escultura de mármol de algún dios de la belleza; uno muy obscuro y pagano.


Lo observé durante un par de segundos y al fin, después de tiempo abrió los ojos de par en par.


—Hola Elizabeth—su voz era seductora—. ¿Quieres dar un paseo?


— ¿Un paseo?


—Si, al parecer tú no sabes manejar—se encogió de hombros al decir lo anterior—. Puedes ir conmigo o con Anne—me dio la alternativa— ¡Elige!


Mmm.… Estar otra vez con Anne y sus raros comentarios… o… con James…


Normalmente hubiera elegido ir con Anne porque soy súper tímida pero ya me había sacrificado mucho… Además a Fidelmar le agradaban los Stewart ¿no?


—Iré contigo—me mordí el labio, no llevaba mi diccionario de cómo coquetear.


—Perfecto—sonrió complacido mostrándome todos sus dientes en una inmensa sonrisa—. Tengo un par de cosas que platicar contigo.


—Me parece bien—estaba haciendo migas con el más de lo debido pero era algo que no podía evitar en el momento.


—Vamos a mi coche—lo seguí, esta vez no estábamos tan alejados.


El caminaba con un garbo imposible de imitar mientras yo iba a trompicones como un caballo desbocado. Ni siquiera me lamente era más importante lo guapo que se veía (la verdad aunque suene un poco vulgar estaba que se caía de bueno).


Se detuvo enfrente de un flamante Beatle color negro.


— ¿Este es tu carro?—escupí con rapidez las palabras a borbotones con cierta incredulidad y envidia mezclados entre sí.


—Sirve como transporte.


No parecía importarle mucho el hecho de conducirlo, quiero decir, no es que yo sea una amante de coches pero ese estaba muy bien.


—Tú… ¿quieres conducir?—me ofreció mientras me sonreía profusamente tentador con las llaves del coche colgando de su dedo índice.


Comúnmente hubiera dicho que no pero tanto Beatle como el modelo me dieron un buen incentivo.


—No importa que no sea buena—objeté sin tono siquiera de interrogación esperando que su respuesta fuera negativa.


Él se limitó a sacudir las llaves del auto en su mano.


Di los cinco pasos que nos separaban y tomé las llaves del coche emocionada por la experiencia que me esperaba. Entonces algo cambio.


Al momento que su piel y la mía tuvieron contacto sentí una extraña ráfaga de viento que me alboroto los cabellos. Mis ojos se cerraron al instante y un millón de imágenes se pasearon por mi mente. En la primera se veía a James llorando en una habitación grande y muy elegante, en la segunda las facciones de Anne estaban llenas de dolor mientras su hermano la abrazaba con fuerza como si estuviera hecha pedazos (por cierto el tampoco lucía muy contento que digamos).


Las imágenes iban demasiado rápido… No las podia asimilar correctamente.


Solo me quedó una idea clara de algunas… El cuerpo de una mujer con una horrible abertura en el cuello que me era familiar a una mordida… Todos los Stewart reunidos en el comedor más elegante del pueblo… James observando a una niña pequeña salir de la escuela… James cazando a un animal… Un lobo… Lo mordió en el cuello y comenzó a… a… a… Be-be-be-ber… su sangre… Otra vez al lado de la niña… afuera de una escuela hermosa de cantera… la niña llevaba un suéter rojo… era pequeñita… me parecía familiar… ¿Quién sería?...


Las imágenes continuaban James en la clase de matemáticas pero… Mi concentración estaba ocupada en algo más importante… En algo que mi mente descubrió de pronto… YO ERA LA NIÑA…


Solté su mano con brusquedad y me alejé unos cuantos pasos. Y ahí estaba frente a mi aquel chico que parecía no envejecer, que me conocía desde mi niñez (sin yo saberlo), que leía mentes, que se alimentaba de sangre de lobo… ¿Acaso podía James Stewart ser un vampiro?


Me dedicó una mirada entre curiosa y apenada de sus penetrantes ojos dorados.


—Salgamos de aquí—esta vez su voz estaba algo enfurruñada.


Lo miré con fijeza. Hubiera dicho que no pero al fin supuse que si Fidelmar podía confiar en ellos desde quien sabe Dios cuanto tiempo yo podría tenerle confianza a él al menos por una tarde. Digo, tampoco es como que estuviera segura de que James era un vampiro ¿no?… Y aunque así lo fuera mi escudo era infalible.


—Bien—en ese momento me di cuenta que no tenía las llaves.


—Eh…


Musité babeando. Es que estaba tan atractivo… baba… baba… y más baba. Me dieron ganas de pedir una cubeta.


Me abrió la puerta del copiloto.


—Pero yo creí…


¿Acaso no iba a conducir yo?


—No—me interrumpió sin mucha cortesía con aquella voz de contralto a la que me estaba acostumbrando—. Estas muy alterada.


Le dirigí una mirada envenenada que él (para mi desgracia) pasó por alto. Al final subí con renuencia al Beatle y él me cerró la puerta. Con sigilo caminó, entro por el lado del conductor y encendió el Beatle. ¡Guau! Iba en un Beatle. El motor rugió con fuerza.


Durante los primeros minutos me dedique a mirar el paisaje. De pronto noté otra cosa…


—James Stewart…


—Mason—completó su nombre.


—James Stewart Mason ¿A qué velocidad vas?—era la primera vez que lo llamaba por su nombre entero. Mis palabras sonaron como los de una preocupada madre regañando a un adolescente rebelde. Le lancé por segunda vez una de mis ya famosas (y ahora patentadas) miradas envenenadas.


—A 200 kilómetros por hora—contestó como si aquello fuera lo más normal del mundo.


— ¿Acaso estas demente?—mi voz pareció escandalizada.


—No te preocupes Ell, yo conduzco realmente bien—en ese momento olvide la velocidad "Ell"… solo en eso pensaba—. Desde que manejo ni siquiera he obtenido una sola multa en todos mis...—lo dudó—. En el tiempo que llevo conduciendo.


Una pregunta salto a mi memoria por la forma en que evitó decir cuántos años tenía manejando.


Se metió por una brecha muy plana y acabamos en medio del bosque en una especie de claro. Apagó el motor y se bajó. Como todo un caballero me abrió la puerta del copiloto y salí del Beatle.


James estaba muy bien educado y además era un genio en mate.


Caminamos hasta una parte un poco despejada de árboles desde donde podía escuchar con facilidad el suave ronroneo de la caída de agua de un arroyo; al parecer estábamos más cerca de mi casa de lo que creí.


El bosque en verdad toda una obra de arte atemporal. La luz cetrina que entre desvaídos fulgores azulados (el color común del cielo cuando no está rodeado de arboles) se colaba de las redes que tejía el dosel de las ramas de jade de los árboles, el arrullo de la caída débil de agua del arroyo, los grandes troncos marrones achocolatados de los mismos, el piso hecho de la caída natural de las ramas de las coníferas adornado por las mágicas piñas de mi niñez. Aquel aroma entre penetrante y a la vez tan claro y diáfano del aire puro del bosque. Los ruidos leves y tranquilizantes de la naturaleza…


…era maravilloso.


Me di cuenta de que no sería tan difícil como lo pensé vivir en aquel lugar. Hasta podía percibir un poco de magia en aquel sitio.


—Elizabeth, quiero que me expliques que fue lo que paso en el estacionamiento.


—Tú me mostraste tus recuerdos—bisbisé con la vista en el piso.


— ¿Cómo?


Alcé la vista, él estaba un poquito confuso.


—Sí, te vi abrazando a Anne, te vi a ti solo llorando…


Me detuve porque su rostro se descompuso una vez más y por un momento le abrió paso al dolor. Además no poseía en mi cabeza una idea de cómo explicar el asunto de los vampiros y lo de que me conocía en mi niñez.


— ¿Puedes ver los pensamientos de los demás?—me cuestionó con la voz llena de inquietud.


En ese momento fui yo la confundida. Me tomé mi tiempo para pensarlo. El estaba cerca y podía escuchar el sonido de su acompasada respiración. Era difícil concentrarme.


—No lo sé—contesté al fin— ¿Eso lo hice yo?


—Sí.


—Entonces es posible. No estoy segura yo… Nunca me había pasado antes.


— ¿En serio?—se veía un poco aprensivo.


—Por supuesto—dije un poco molesta— ¿Por qué mentiría?


— ¿Qué mas viste?


—Te vi a ti…—me detuve buscando las palabras adecuadas para lo que estaba a punto de decir—. "Cazando"…


— ¿Cazando?—por un momento perdió el hilo de la trama—Ah, entonces ya sabes lo que soy ¿no es así?


Preste mucha atención a las palabras que escogió para su respuesta:


Ya sabes lo que soy, no ya sabes quién soy o como soy, ya sabes lo que soy.


¿Un vampiro?


— ¿Lo que eres?—mi voz era apenas audible.


—No estás segura.


Sus labios se fruncieron. ¡Qué lindos labios tenia!


—No realmente.


—Bien puedo mentirte o ser sincero… ¿Qué eliges?


Ni siquiera lo pensé.


—Dime la verdad.


—Te debo advertir que tal vez no te guste nada—tomó una expresión formal y seria—. Todo en lo que hayas creído jamás te parecerán mentiras y puede que te sientas engañada…


Engañada, repetí en mi cabeza.


De todos los participios que se utilizaban en remplazo de un adjetivo calificativo ese era el que menos me gustaba.


— ¿Estás segura de estar lista para saberlo todo?—continuó su advertencia— ¿Sabiendo lo que implican las consecuencias?


—Si—la voz me tembló un poco.


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Ya saben, lo mucho que importa para mí esta historia en específico. Ya algunos han participado en la encuesta, y a pesar de los malos comentarios (de algunas personas que se que lo hicieron sin mala intencion por mi correo) a la mayoria le ha gustado asi que pues, aqui les dejo el segundo capítulo, esperando lo disfruten, va dedicado a varias personitas... a mi abuelo, el cual me ayudo antes de morir a desarrollar esta, mi primera idea literaria, a mi madre, que murio muy pronto y no pudo ver todo esto, a mi papá y mis amigos (Gabi, Fidelmar, Fernando, Dulce, e Itzel existen) por prestarme sus nombres y sus personalidades, a los dos anonimos que me marcaron 1 reaccion interesante y 1 de divertido y 2 de omg, a BC, Sandocan, a mi colega, mi Arii, a Ale mi chica de la bandita, a Irene, mi hermana adoptiva que es un sol, a mi tia Leire, mi luna que es fantastica con eclipsada y mi T que le pedi que leyera y no lo dudo, ademas, me ayudo a corregir ortografia ¡gracias a ustedes 7 por comentar y a los cuatro que marcaron reaccion! no saben lo agradecida que les estoy a todos.


p.d. el lunes me ponen braquets, ja, ja ya se los presumire.


Un beso

Premios


Bueno, les sere sincera, ya no sé ni quien me los dio, recuerdo que algunos vinieron de Michelle, otros de Gabriela, de Citu, unos de Karol, otro de Iris, un par de Dani y Karla y unos de mi Irene.


Ahora, los personales son los que tienen mi url o el nombre del blog (utopia escarlata) son 3, dos de Irene y uno de Gaby, les pido atentamente que no los cogan al igual que los de seguidores que tienen url del sitio. Los demas, con toda confianza, tomenlos, si me salto las reglas me disculpo.


Ando hecha un lio asi que les dare los premios a todos mis seguidores, y afiliados, si les gustan, va tomenlos. Hago mencion especial a Leda y a Melania, con ambas nos seguimos y ahora tienen blogs nuevos asi que van dedicados a ellas, para que sean los primeros.
























Gracias a todas...


Un beso

21 de julio de 2010

Riesgos


By: Isabella

Basta Sofía, me dije a mi misma, intentado calmarme, ellos no te ven, no, no lo hacen.



Ja, pero una cosa es que quisiera engañarme a mí misma de forma superficial y otra muy distinta que estuviera ciega, y lo segundo para nada. Podia notar, perfectamente, como de la nada, los tres fijaron su mirada en mí por un par de minutos, Jasper primero, luego Irene y al final Edward. También me di cuenta de cómo los dos primeros antes nombrados me dejaron de ver para platicar entre ellos mientras que el tercero, Edward Cullen, no me despegaba la vista de encima ni por un momento.


Y me miraba enfurruñado, con bilis, como si yo fuera la causante de algún desastre natural o algo por el estilo.


Yo despegué mis ojos de los suyos, con un poco de esfuerzo y me volví hacia el cotilleo de mi mesa, esperando que pronto el dejara de observarme de esa manera e inclinando un poco mi cabeza para taparle la vista de mi rostro. En algún punto supongo que él tuvo que dejar de mirarme pero no me molesté siquiera en asegurarme, el ya no era tan relevante para mi, al menos no ahora que tenia novia.


El principio de ese día escolar había sido interesante porque comenzaba a notar la facilidad con la que me amoldaba a la escuela, aunque, claro está, no podia expresarme del todo como yo quería, porque sobresaldría aun más de lo que ya lo hacía y eso no era una buena idea.


Además, estaba el hecho de que me arrepentí muy rápido de haberle contado a Ada que conocía de cierta forma a Edward y Jasper porque ahora se la pasaba todo el tiempo formulándome preguntas sobre ellos, ya que al parecer causaban una gran expectación en todas las chicas del colegio.


Yo no hice más que dar sis, y nos, esperando que rápido terminara eso y todas dejaran el asunto por la paz, al fin y al cabo yo no le veía la grandeza al asunto.


Salí caminando de la cafetería con rapidez, esperando llegar a mi clase lo más pronto probable, y con mi suerte no fue asi. Una mano firme, suave, me rosó el hombro delicadamente, intentando llamar mi atención.


Volteé y detrás de mi estaba Jasper.


—Hola—atine a saludar—pensé que no nos veríamos pronto.


El comenzó a caminar a mi lado, como si quisiera acompañarme a mi clase.


—Nos veremos diario—me corrigió tranquilamente—en la clase de literatura.


—Bueno, si, —divagué un poco—pero tú sabes, me refiero a no en un pasillo, o asi, la escuela es un poco grande asi que es una gran casualidad.


—Si—me respondió sonriendo—aunque no es casualidad este encuentro.


— ¿A no?—le cuestioné confundida sin detenerme.


—No—confirmó—en realidad, yo vine a pedirte… bueno, verás tú…


Como que no se animaba mucho el chico, esperaba que no anduviera detrás de cumbres borrascosas porque ese si no se lo soltaba sin importarme para qué o quién era. Estaba bien que Irene necesitara el otro libro, ya suponía yo que se debió llevar un mal sabor de boca cuando Edward fue por él a la librería y regresó con las manos vacías pero un libro, un favor, era suficiente por el momento ¿no?


— ¿Te sirvió el libro?—le cuestioné haciendo hincapié en ese hecho, pensando que asi vería la indirecta.


—Disculpa las molestias—se me adelantó.


—No hubo problema en eso porque…


—Ah, sí, que bueno—volvió a atajarme—claro, muchísimas gracias pero… no es eso lo que te quiero pedir.


— ¿Entonces qué es?


Estaba impacientándome, no quería llegar tarde a la clase por nada asi que más le valía a Jasper apurarse a pedirme lo que fuera que necesitara. Odio llegar tarde, es de mala educación.


—Pues hoy mismo van a presentar una película al aire libre, en la colina del Stadow ¿la conoces?—me cuestionó pasándose la mano por sus rubios cabellos.


—Sí, obvio—contesté—pero aun no entiendo…


—Es que yo… yo lo pensé y me gustaría que fuéramos juntos—soltó.


— ¿Juntos?—la palabra se me atascó en la garganta y la saqué con dificultad—dices los dos… ¿Cómo en una cita?—lo interrogué deteniéndome en el edificio que me tocaba, frente a él.


—Sí, aunque si tú no quieres…


—No—interrumpí—está bien, suena divertido.


—De acuerdo. Sera una cita, una cita doble. Irene y Edward y tú y yo—nos separó por parejas.


¿Dijo lo que yo escuche? ¿Una cita doble con Edward?


— ¿Dices que es hoy?—asintió, y me sentí feliz por encontrar tan rápido de dónde cogerme—, ay Jasper, no creo que pueda ser hoy, tengo que ir con mis padres a una cena, hoy cumplen años de casados mis tíos y pues la verdad, me es imposible zafarme del compromiso, ya lo había olvidado ¿hoy es diez no? Si, y es justo hoy, por la noche—concluí, esperando que se lo tragara.


Por unos segundos que me parecieron eternos me miro fijamente, como con incredulidad.


— ¿En serio?—me preguntó sin la menor nota de sarcasmo en su voz—que lastima, ya será otro día y otra cosa, porque esa presentación era solo hoy.


—Sí, que lastima—concordé.


—Bueno, ya tengo que ir a mi clase.


—Yo también, nos vemos después, en literatura—me despedí con un simple gesto de mano y camine hacia mi salón, algo retrasada para mi molestia.


El día estaba resultando muy excitante y a la vez extraño. Apenas estaba superando todo el asunto Edward-libro-beso-novia-sueño y ahora, Jasper parecía estar interesado en mi, algo que no esperaba en lo mínimo.


Y si, era un tipo agradable, y hubiera salido con el sin pensarlo, pero no, no cuando se involucraba a Edward e Irene juntos, con nosotros de esa forma. Asi que lo evite, gracias a Dios, y salí bien librada de esa.


Mi última hora fue literatura, y la sentía venir a mí como un balde de agua helada, después del día de la librería no había vuelto a encontrarme a Edward y la verdad creo que asi estaba mejor.


Ya era el tercer día que iba y no podría darle la vuelta mucho al asunto, una hora al día, cinco días a la semana, tres semanas al mes, durante cuatro meses al menos tendría que verlo e inclusive colaborar con él si el maestro lo pedía.


Iba pensando en todo esto cuando una vez más, en ese día fui interrumpida.


— ¿Sofía?—me llamó una voz aterciopelada.


— ¿Sí?—me volví para ver a Edward parado inmóvil, perfecto, tal como lo recordaba.


— ¿Eres amiga de Irene?—me interpeló sin más, con los ojos fríos poniéndose frente a mí de tal forma que no me permitía seguir caminando.


—No—rebatí—ella solo me ayudo, eso es todo—fui cortante.


— ¿Piensas ir a la cita de esta noche?


—No, para nada pero…


—Que bien, es lo mejor—consintió con alivio—todo será más fácil asi, sin complicaciones; bueno, excepto por ti.


Lo mire con fijeza por un tiempo, sorprendida por la crudeza de sus palabras.


— ¿Si? ¿En serio te preocupa tanto que vaya a la dichosa cita doble?


—Claro, porque entonces serias una…


— ¿Una qué?—estaba molesta—complicación ¿verdad? Ya lo dijiste, y la razón por la que lo soy es porque no te convendría mucho en realidad que Irene, tu adorada novia se enterara de que él otro día cuando ella no estaba cerca para verte tú…


—Basta Sofía—me calló impaciente.


Eso me irritó a sobremanera, él sabía que yo tenía toda la razón, por eso me callaba de tal forma. Y era un estúpido, yo aceptaba que me pasé un poco con lo de "adorada novia" pero eso no le daba el derecho de hablarme de tal manera y mucho menos de llamarme una "complicación", ja, complicación su abuela. Pero yo no me iba a quedar calladita, para nada, el solo había logrado abrirme más la bocota.


—Eso, es eso—casi se lo grité—pero no te preocupes, la verdad, no tengo la mínima intención de hablar con ella, y mucho menos de ti.


— ¿En serio?—dijo dubitativo—pensé que…


—No, no pienses, ya te lo dije, no hablare con ella, y lo voy a cumplir.


—Ok, de acuerdo, entonces…


— ¿Entonces qué?-farfullé.


— Pues podemos…


Estaba muy cerca de mí y su aliento comenzaba a aturdirme pero no podia, no yo no podia dejarme llevar de nuevo por él, no esta vez, no ahora.


— ¿Estás loco? —inquirí tomando distancia—Irene es tu novia y… sabes que, maldición, voy a ir a la cita doble.


— ¿Estás tú loca?—me volteó la pregunta—si vas ella…


—No diré nada—repetí una vez más—pero puedo hacer lo que quiera conmigo y pienso ir, Jasper es muy amable y…


Me detuve, el en verdad comenzaba a asustarme. Jasper llego de la nada.


—Hola, Ed, Sofí—nos saludó a ambos—creo que el maestro está a punto de llegar.


—No importa—comenté despreocupada por el asunto—al fin yo solo le decía a Edward que al final mis tíos cancelaron su cena asi que estoy libre.


Los ojos de Edward se me clavaron como dos misiles, en los míos, dispuestos a disparar si era necesario.


— ¿Sí?—contestó Jasper animado—eso es perfecto ¿paso por ti a las 7?


—Sí ¿te doy mi…


—Yo sé donde vive—intervino Edward—después te digo Jazz ¿nos vemos en el cine?


Preguntó para asegurarse, tal vez con la esperanza de que me echara para atrás pero no lo haría, para nada. Si le dije que lo haría lo haría y ya veríamos quien saldría mejor librado del asunto, yo, una chica inocente hasta cierto punto que no sabe si decir lo que sabe o él, el novio infiel, mandón y que no sabe controlar sus impulsos.


Si, ahora estaba molesta con Edward, tanto que mi ira se estaba concentrando en él de una forma peligrosa, y me disgustaba que fuera tan malo como para aun después de cómo me hablo sugiriera que aun podia existir algo entre nosotros, estaba loco, loco si creía que algo pasaría y loco si pensaba que yo era una barbie Malibú estúpida que haría lo que él me pidiera solo por su apariencia.


Tal vez Irene lo hacía, si, de seguro porque los rumores ya estaban corriendo en la prepa y ella no parecía inmutarse pero yo, a diferencia de ella no me dejaba de nadie y mucho menos ahora me dejaría de Edward Cullen.
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En este capi fui algo malita con mi Edward, espero me disculpen y les guste, se lo dedico a mi Irene porque ella siempre me da el ánimo de no rendirme jamás, pase lo que pase y a todas ustedes que comentan y se leen esto ¡gracias por su apoyo! nosotros lo agradecemos infinitamente.


Aprovecho para darles las gracias, además por sus votos en mis encuestas, he visto que a algunos no les ha gustado la nueva historia ¿me dicen por que? gracias, una vez mas de antemano.


Y recuerden que pueden comentar en esperado.


Un beso.