Nuestro aquelarre

21 de diciembre de 2010

Deseos Obscuros

        Capítulo 6

     Dudas Restantes

 

El mes que le siguió a la cita que me hizo novia de Cristóbal fue muy distinto a mis primeros días, casi predecible.

En la cafetería me sentaba con Gaby, Itzel, Cristóbal, Fernando y Dulce.

La escuela iba realmente bien. Ya había conseguido adaptarme. Los maestros eran fáciles de manejar. De hecho estaba segura de que mi boleta iba a estar tapizada de dieces y nueves; salvo por una sola materia.

Desde aquel miércoles en el que James me había ayudado en Matemáticas había perdido todo contacto con él. Eso no era de mucha ayuda para el hecho de que era pésima en mate.

Él se sentaba a mi lado pero yo sentía que había kilómetros de distancia entre nosotros. Nunca me volteaba a ver, era como si me hubiera impuesto la Ley del Hielo. Como si yo fuera una paria de las peores. Era invisible.

A mí eso no me importaba. Yo tenía a Cristóbal que era perfecto para mí. Era dulce, tierno, gracioso… Como mi mejor amigo. Ya estaba, lo había dicho. En realidad Cristóbal era guapísimo y yo lo quería mucho pero eso no era suficiente.

Me gustaba estar con él, salir a pasear juntos pero yo no me sentía como en las películas. Ya saben cuando la chica se enamora por primera vez y haría cualquier cosa por su coprotagonista.

Todo esto lo colegí a partir de la cosa más importante para mí. La cosa sobre la que mi mundo giraba: mi libro.

Desde la última vez que había estado con James mi escritura se estaba yendo para abajo como caída libre.

Ya tenía un titulo para el libro: Anhelos Obscuros. Mi historia tal vez nunca sería el mejor libro del universo (ni ganaría un premio nobel o seria nombrada la onceava musa) pero a mí me fascinaba. Era sobre una chica de 17 años que quería ser escritora. Ella conocía a dos hermanos por los cuales se sentía atraída. Ellos eran completamente diferentes. Gabriel era el mayor: con los ojos dorados, el cabello castaño, un 1.74 de estatura y una sonrisa de comercial. El era muy obscuro y críptico. Al principio ella se sentía totalmente atraída por él, pero después conocía a su hermano. Mateo, era más juvenil, abierto y diáfano. El no conocía la palabra secreto.

Sofía no tenía mamá (un capricho de mi parte) vivía con su padre. En fin ella era novia de Gabriel al principio, pero luego comenzaba a dudar y…

Eso era todo lo que junté en esos meses. Últimamente (para ser más exactos desde que James me había impuesto la Ley del Hielo) estaba teniendo muchos problemas con el famoso “bloqueo del escritor”.

Cristóbal era muy simpático pero yo necesitaba a alguien para basar a Gabriel en él. Necesitaba a James.

Aun a pesar de esto yo jamás lo aceptaría. Mi orgullo era tan grande como el infinito y yo no me lo tragaría por nada del mundo.

Estaba pensando en todo esto en la clase de Química cuando mi novio interrumpió mis ensoñaciones.

—Pss… Liz… pss…

Cristóbal me pasó un papelito.

Ya sé cómo podemos averiguar lo que querías saber sobre los vampiros. Solo necesitamos estar solos, y una computadora. De preferencia tu lap para que nadie nos vea ni sepa lo que buscamos.

¿Está bien hoy después de clases?

Mmm.… Ya tenía un mes acumulando miles de dudas sin responder. No estaría nada mal encontrarles una respuesta a un par al menos.

Si, hoy está bien. En mi casa a las 5 pm en punto ¿Te parece?

Le regresé el papel.

Ok. Entonces… ¿Y si me presentas a tu papá?

Ehh… lo volteé a ver y estaba dedicándome una de esas sonrisas de “por favor”.

Si es una broma no me parece cómica. Y si no lo es no pienso hablar contigo sobre conocer a mi padre mediante un papel.

Me dirigió una mirada un poco decepcionada mientras asentía.

La clase se me fue volando. Intentaba prestar atención pero era muy difícil. La pregunta de Cristóbal me había dejado en shock. Yo lo quería mucho pero… presentarle a mi papá un novio estaba en mi lista de cosas que jamás de los nuncas quiero hacer.

Ya, en serio, dejando el dramatismo de lado no quería hacerlo. Al menos no aún.

Tenía 15 años. Mi papá apenas asimilaba la idea de que yo, su hija pequeña, tuviera un novio. Imagínense como iba a reaccionar cuando se lo presentara. De hecho ni siquiera le había explicado bien la situación. Solo había hablado una vez con él de Cristóbal; el día que nos hicimos novios:

—Y dime… Exactamente ¿ese chico Cristóbal que es de ti?—me cuestionó al llegar a casa en la noche.

—Pues es algo así como mi novio—de inmediato los colores se le subieron al rostro y parecía que se estaba atragantando con la pizza.

—Papá…—le pedí.

— ¿Lo es o no lo es?—logró escupir la pregunta— ¿Elizabeth?

—Apenas comenzamos a salir. Te lo digo para que después no te sorprendas.

—Dices que es el hermano de Itzel.

No era una pregunta.

Asentí.

—Está bien.

Como se suponía que después de aquello llegara a mi casa tomada de la mano de Cristóbal. No, no sería horrible, y después no quería que comenzara a intimidarlo ni nada, no lo mejor era alejar a Cristóbal de mi papá.

El timbre sonó dándole fin a la clase y a mi pesadilla.

— ¿Entonces Liz?—me preguntó sonriendo.

—No lo sé.

Íbamos conversando mientras nos dirigíamos a la siguiente hora, que nos tocaba en salones contiguos.

— ¿Y quién lo sabe?

—Creo que no es conveniente—noté como su sonrisa se deshacía al escucharme—, al menos no por ahora.

— ¿Por qué no Liz?

—Es muy pronto. Casi acabamos a comenzar a salir. Aun no nos conocemos bien.

Tomó mi mano y la entrelazó con la suya.

—Yo sé todo de ti—me contradijo—. Todo lo que es necesario.

—No, no lo sabes.

—Vamos a hablar después ¿sí? En tu casa—me percaté de que James estaba caminando justo detrás de nosotros ¿habría oído todo?, yo esperaba que no.

— ¿Entonces si vas a ir a mi casa?—dije, intentando evadir mis pensamientos.

—Si nena (odiaba que me llamara así), obvio, nos vemos a las 5 en punto —confirmó.

James formó una sonrisa mordaz cuando oyó esto. Yo solo me concentré en no parecer disgustada por lo de "nena".

Nos detuvimos en el salón de mate. Él tomó una de mis mejillas con sus enormes manos y se inclinó para besarme. El beso fue más largo que los demás. Sus labios eran insistentes, y chocaban contra los míos como pidiendo algo que no podia darle. En cierto momento llegué a pensar que marcaba su territorio.

Al final nos separamos con la respiración entrecortada.

Nuestras manos se desenlazaron y su vista se fijó en la mía de una forma especial.

—Te quiero Elizabeth—me confesó sin más, ahí, a medio pasillo, frente a muchos de nuestros compañeros—. Estoy enamorado de ti. Te amo.

—Gracias.

En el momento en que le agradecí supe que había cometido un gran error.

El me había dicho que me amaba y yo le contesté: “gracias” ¿Qué clase de novia…? ¿Qué clase de relación era esa en la que mi novio me decía que me amaba como si fuera muy en serio cuando ambos teníamos solo 15 años y yo le contestaba agradeciéndoselo?

—Hablamos después—dijo con el rostro descompuesto y se fue con justa razón.

Entré a mi clase con la vista fija en el suelo. Aun así pude ver a James y notar como parecía reír. ¡Qué digo reír! Se estaba carcajeando a lo grande. De seguro que escuchó todo el drama entre Cristóbal y yo. Estúpido vampiro.

Esta era la segunda vez que lo insultaba (sin contar cuando decía: ¡malditos Stewart!)

Realmente comenzaba a odiar a James. Él se creía tan perfecto con su deliciosa anatomía, sus bellos ojos dorados, su fantástico cabello cobrizo, su inteligencia innegable, sus besables labios y…

Recordé a un amor imposible que había tenido Itzel por un tiempo. Él muy idiota le había dicho: “yo gano en todo, hasta en los corazones”.

¿Se puede ser más egocéntrico? Sí, James lo era.

Con las complicaciones y todo el día concluyó. Como si yo no tuviera ya bastante al salir de mi última clase me llegó un mensaje al celular:

Liz, no voy a podr pasar x ti. T vas con James y nos vmos en la ksa ¿ok?

Genial. Lo que me faltaba: que James me llevara a mi casa en uno de sus flamantes coches.

—Elizabeth…—me llamó esa inconfundible voz.

—James—mi voz, en cambio, era lo más recalcitrante posible.

— ¿Te llevo a tu casa? —preguntó con gesto inocente como si yo fuera una soberana mentecata.

¡Ja! Me equivoqué antes ya que eso si era lo que me faltaba.

—Preferiría ir con Anne—respondí tan fría como el hielo. Tan fría como su piel—, si no le molesta a ella.

Su rostro realmente denotaba una tremenda confusión. Aquello me encantaba.

Abrió la boca para decir algo pero lo pensó mejor y guardo silencio. Se dedicó a sostener mi mirada. La fijeza de sus pupilas comenzó a atolondrarme.

— ¿Por qué me miras así?—le reclamé.

—Puedes ir con Anne—habló al fin—. Si eso quieres.

Anne llegó en cuanto él me dio esta opción, y se puso al lado de su hermano, sonriéndome con calidez.

—Si eso quiero—repetí aunque creo que no era necesario.

—Hola Elizabeth. ¿Te vas conmigo?

—Como…

—Veo el futuro—me respondió como si aquello fuera común—James dile a Robert que se vaya con Cathy.

—Está bien—aceptó con un gesto de suficiencia—. Adiós Elizabeth.

Parecía algo fastidiado cuando se marchó… ¿Ustedes creen que me excedí? No, no le merecía eso y más.

—Sube—me pidió Anne—, está abierto.

Entramos a su Beatle y arrancó el motor. La aguja de velocidad se movió con velocidad. Para cuando acordé ya íbamos a unos ciento cincuenta kilómetros por hora.

¿Todos los Stewart eran locos por la velocidad?

—Mi hermano me contó que puedes robar recuerdos.

—Algo así. Pero tú vez el futuro—torció la boca al oírme—, eso es mucho mejor.

—No te lo creas—difirió—. El futuro cambia constantemente. Ser clarividente no es el mejor de los dones. El tuyo me gusta mucho más.

— ¿Solo tú y James tienen dones?

—No, casi todos en mi familia los tienen—dijo con la vista en el frente pero prestándome atención regular—. Levi es el único sin ellos. Fe es algo así como un detector de mentiras, Robert maneja las energías de las personas a su alrededor. Es algo así como un valium emocional. Catherine es un valium pero físico. Una persona simbiótica. James lee mentes y yo veo el futuro. Entre nosotros existe un lazo especial, por eso, el día que te conocí pude saber lo que pensabas. A veces intercambiamos nuestros dones pero no muy a menudo.

— ¿Lo tomas prestado?

—Algo parecido—guiñó el ojo—. Es un poco difícil de explicártelo la verdad…—me miró con una curiosidad enorme— ¿Cuándo me vas a platicar lo que sucede entre ustedes dos?

Me quedé atónita. Ella sí que iba al grano.

— ¿Quiénes?—me hice la tonta.

—Por favor Elizabeth, no hagas esto, tú sabes de quien hablo—replicó.

Sí, lo sabía pero no iba a soltar la sopa.

— ¿Qué? Entre nosotros no sucede nada, nada de nada. Él ni me habla—coloqué mi mano en la mejilla y ¡sí! Comenzaba a ruborizarme como ya es mi costumbre.

Me sentí caliente.

Para colmo hablé muy rápido, sólo esperaba que ella no supiera que ese era como un delator para saber cuándo mentía.

— ¿Si no sucede nada porque tomas ese color carmesí tan notorio?—suspiró hastiada—. Pensé que éramos amigas…

—Sí—sí, lo éramos, podia sentirlo—, pero…

Lo analicé intentando encontrar una palabra apropiada pero era muy difícil. No sabía ni como describirlo.

—…Es complicado…

—Creo poder entenderlo—con un dedo tamborileó en su muñeca señalando un finísimo (y de seguro costoso) reloj plateado— ¡Vamos!

Aquel pequeño duende sí que era impaciente.

—Creo que me odia—le confesé en un murmullo.

— ¿Por qué piensas eso?

—Por todo. O tal vez le soy indiferente… No lo sé realmente. Incluso puede que sea un poco ambas cosas.

—Claro que no niña tonta—me dio un zape.

Anne podía ser violenta si se lo proponía.

—Ay… —me quejé. Su mano era pesada.

—Lo siento—se disculpó—. Soy un poquito más fuerte que tú.

—Ya lo noté—comenté riendo mientras me sobaba la cabeza.

— ¿De qué te ríes?

—No lo sé.

Y esta vez ella rio junto a mí. Aquello fue un poquito incómodo… ¿Por qué mi risa sonaba como un ruido torpe y desbocado al lado de la suya de campana afinada?...

Se detuvo. Ya habíamos llegado.

—Muchas gra…

Hizo un mohín.

—Adiós Anne.

—Así está mejor.

Me dio sendos besos en ambas mejillas. El contacto entre nosotras me agrado. Sentí que éramos cómplices. Como si fuéramos amigas de toda la vida.

—Antes de que te vayas quiero decirte algo Elizabeth.

—Lo que quieras.

Parecía solemne.

—James no te odia; y mucho menos le eres indiferente. Él es muy complicado pero le importas…

—Ehh…

—Dale una oportunidad—me pidió como si fuera su madre.

Entonces arrancó el motor del coche en punto muerto. Yo capté la indirecta, bajé aprisa, cerré la puerta y ella voló con todo y su Beatle.

Me dispuse a hacer la tarea. Ni siquiera comí. Yo sé que les va a sonar un poco obsesivo—compulsivo pero James había regresado a mi mente.

“Él es muy complicado pero le importas”.

¿Era posible? ¿James podía sentir algo por mí?

La pregunta dio vueltas en mi cabeza.

Las temidas 5 en punto llegaron y Cristóbal (tan puntual como siempre) ya tocaba mi timbre.

Aspiré aire con tranquilidad y abrí la puerta.

—Lizzie… ¿Qué tal esta mi novia?

Él lucia tan desenfadadamente atractivo y juvenil como siempre.

—Bien—le di un beso muy rápido en la mejilla—, pasa…

Entró un poco extrañado por estar en mi casa.

—Ahí está la lap—señalé la mesa— ¿Quieres algo de tomar?

—un refresco.

Fui a la cocina y se lo serví de forma mecánica.

—Ten—se lo puse en la mesa.

—Siéntate—le dio unas palmaditas a la silla que estaba junto a él—, ya abrí la página.

Lo obedecí y vi en la pantalla de la computadora una letras rojas enormes que parecían gotear […]

…Decía INVESTIGACIONES VAMPIRICAS…

— ¿Es esta?

—Si—se limitó a contestar.

La página era muy extensa pero intentaré explicarla lo mejor posible.

Primero tenía un escrito enorme en el cual aclaraba que no era un sitio de citas ni nada por el estilo. Después la escritora (una mujer llamada Esteé) mostraba su perfil. En él decía que tenía alrededor de 80 años, era una nigth—timer y su esposo llamado Edward era un clásico. Ambos de alimentaban de animales para sobrevivir.

Bajo esto había unos 20 títulos referentes a los diferentes tipos de vampiros y mitos (además de algunas preguntas comunes).

Cristóbal y yo comenzamos de poco en poco. Leímos con lentitud (incluso más de una vez) los escritos de los clásicos, los herederos, los genéticos, los simbióticos, los nigth—timer los poseedores de dones, la familia real, el virus del V5 y cosas por el estilo.

Al leer esa página la mayoría de las utopías y quimeras que residían en mi mente se desmoronaron. Aquella información era muy desalentadora por que decía básicamente algo como:

"Sí, existimos muchos tipos de vampiros. La mayoría somos capaces de curar con rapidez, regenerar órganos y romperle el cuello con un par de dedos. No, no nos dañan el ajo, los crucifijos, las estacas y el Sol solo les causa alergia a algunos. No, no tenemos los ojos rojos, ni somos todos de color traslúcido, a decir verdad con una buena alimentación (ganado) podemos aparentar ser un humano común, un poco más bello pero común.

Sí, la mayoría de nosotros contamos con características especiales de nuestra naturaleza como la velocidad, coordinación, oído más potente, mejor vista y precepción en general de todos los sentidos, memoria fotográfica además de inteligencia innata (refiriéndose a lo innato como al momento en el que se convierten).

Sí, algunos de nosotros son “poseedores de dones” tales como borrar tu memoria, tener poder de convencimiento, leer tu mente, ser clarividente, robar energía (ya sea positiva o negativa), o ser rastreadores.

Sí, nosotros también tenemos leyes y algo así como un “gobierno” que es la familia real vampírica, ella es la que se encarga de los cursos de "educación vampírica" y de castigar a quien infrinja las normas impuestas para nosotros.

Se piensa que somos inmortales por que existen vampiros de hasta 3,000 años y hasta la fecha no se tiene reporte de ninguno que haya muerto por causas naturales.

No, olvídate de una vez de los sueños y telarañas que los libros como Drácula, Crónicas Vampíricas, Vampire Diaries e incluso Crepúsculo entretejieron en tu mente. En el mundo real no existe ningún Edward Cullen, Stefan Salvatore ni Leslat esperándote en la esquina. La mayoría de los vampiros NO contactan con los humanos, o si es así, los usan como “donadores”. Si la historia de Isabella Swan fuera basada en hechos reales lo más probable es que él no hubiera podido tener hijos, ella se hubiera contagiado o convertido desde que tuvieron sexo, se hubiera visto obligada a asistir al menos a un curso de “educación vampírica” y los Vulturi los hubieran matado a todos.

Lo lamentamos (sé que el libro es genial y te encanta. Mis disculpas a Steph la amo) pero ahora ya sabes la verdad. Algunos vampiros son estériles y otros no (dependiendo de su nivel de virus en la sangre). Los hay de todos los tipos: santos, no tanto, malos y demoniacos.

Un donador es un humano que nos da sangre por su propia decisión; algunos les llaman neveras. Esto es peligroso ya que (no tanto en el vampiro) se crea un lazo adictivo entre ambos. El vampiro quiere más sangre de aquella persona y la persona se llega a enamorar. Es verdad que algunos vampiros se enamoran de humanos pero NO por eso los convierten, verán, nosotros estamos acostumbrados a la muerte y la mayoría creemos que al convertirse el alma se pierde entonces… ¿Si estuvieras enamorado de alguien le robarías su alma, su humanidad y todo eso?

Así que muchos (como fue mi caso) al enamorarnos de un mortal vivimos con él hasta que muera (sin infectarlo).

Convertirse en un vampiro no es nada glamoroso. Al principio te sientes muy mal, como si tuvieras una resaca terrible. Al final algunos no aceptan el cambio. Sufren el dolor y siguen siendo humanos. Existen varias formas de contagio, saliva, por transmisión sexual, mordida o fusión de sangre con una infectada. Esto depende de la persona; unas (la minoría) nunca se contagian y otras lo hacen al instante.

Los vampiros se transforman de modo constante y cambian de identidad como de zapatos. Si crees que estás seguro en la iglesia y que en ese lugar no entraremos estas equivocado.

Si te preguntas por que si existe información sobre los de mi especie y a pesar de esto no nos atrapan la respuesta es muy sencilla: estamos en el gobierno. La mayoría de nosotros somos (por orden del mayor al menos) católicos, judíos, cristianos, budistas, cabalistas, y algunos paganos.

Es triste pero a pesar de todo ¡la mayoría no tenemos colmillos! Siento decepcionarte. Algunos creemos que los seres humanos no son más que trozos de carne. Y por último no nos convertimos en murciélagos por las noches y no dormimos en ataúdes (algunos ni dormimos) por si te quitaba el sueño.

Y terminó la información con esta línea:

"Uno no puede elegir de que sangre desea beber

Si se enamorará, matará, robará… Nada

La única decisión certera en nuestra vida es una

Lo queramos o no siempre lastimaremos a los que más nos importan"

Sentí el castañeo de mis dientes, el temblor de mi cuerpo…

Aquello era una verdad demasiado amarga y desoladora para mi razonamiento… ¿Cuántas veces he convivido con un vampiro sin saberlo?

Si todo era verdad y eran así de fuertes y difíciles de matar podrían aplastarnos (me clasifique con los humanos) con la facilidad con la que un pie aplasta a un gusano.

10 de diciembre de 2010

Deseos Obscuros

Capitulo 5
El primer beso

El resto de la semana fue un poco predecible. No hubo muchos cambios. Me sentaba como siempre con Gaby e Itzel en compañía de sus amigos. Al final resultaron muy buenos. Fernando era un poco raro pero me adapte a él.


Con las clases todo iba perfecto, menos en mate. El miércoles el maestro Ramírez me pregunto cuál era el resultado de una ecuación que no comprendía.

—Estoy esperando la respuesta señorita Ortiz.

—Eh…

Ese era un buen momento para tomar una nota mental: si planeo observar a James en clase debía estudiar en casa para que no me sucediera lo que me sucedía en aquel momento.

—Equis cuadrada más equis al cubo por ce sobre 10—respondió él por mí.

—Es correcto señor Stewart pero debería dejar que su compañera aprenda un poco.

Respondió el maestro Ramírez enojadísimo. Pude haber jurado ver lágrimas de molestia en sus ojos. Así que lloraba cuando se molestaba… ¡Que costumbre tan degradante!

—Gracias—dije por lo bajo.

Asintió y ese fue el último contacto. ¿Por qué James ya no me hablaba? ¿Y Anne? Yo creí que éramos algo así como “amigas”.

El viernes en mi mesa (más separada de la de James y el resto de los Stewart de lo que me gustaría jamás) solo se hablaba de él “café”. Todo era:

Bla, bla, bla…

"¿Qué te vas a poner?

¿Después vamos a ir a la presa?

¿Quién te invito?

¿En serio la convenciste de ir contigo?

Bla, bla, bla…

Me estaba hartando. Ir al café no era la gran cosa. Al final con un poco de tolerancia logre superarlo y el día llego a su término.

Por la tarde (después de que mi papá pasara por mí a la escuela) comencé a escribir más, más, y más. Creo que ni siquiera me tomé la molestia de comer.

Todo iba muy bien tanto que se me olvido la cita y cuando acorde Cristóbal ya tocaba a mi puerta.

Me miré con rapidez al espejo, sin analizarme demasiado. Llevaba mis converse, unos pantalones de mezclilla y una blusa de cuello de tortuga blanca. Mi pelo estaba agarrado en una cola de caballo.

Sobra decir que no era el mejor look de todos pero no estaba tan mal. Además solo era una salida al café entre amigos así que tome mi chamarra de mezclilla y abrí la puerta sin muchas expectativas.

Ahí estaba. Cristóbal llevaba un pantalón de mezclilla y una camisa azul (de mi color favorito que por cierto hacia resaltar la tonalidad de sus lindísimos e intensos ojos). Estaba un poco pálido (supuse que por el frio) y algo infantil pero al fin y al cabo era muy guapo.

—Lizzie—me abrazó y percibí el olor a colonia. El sí que se había arreglado.

Vi que traía un carro blanco. El mismo BMW en el que James me había traído de la escuela esa misma semana. ¿Acaso aquello no estaba prohibido en la Constitución? ¿O al menos en el código de las chicas?

— ¿Y eso?— mascullé señalando el BMW poco mas sardónica de lo que pensé.

—No es genial—dijo con una gran sonrisa en el rostro—. Me lo prestó James.

— ¿James?—Yo cada vez estaba más confundida con lo que él me decía.

—Sí, somos amigos desde que se mudó.

— ¿Tú y James Stewart son amigos?—esta vez mi voz sonó mordaz y dubitativa.

—Si—contestó como si aquello fuera lo más lógico del mundo, al menos para él—. Ahora sube.

Cristóbal a diferencia de James no me abrió la puerta algo que no me molestó en lo mínimo. Ellos eran de mundos distintos. Tal como James y yo.

Subió y puso un CD en el estéreo. Era de Zoe una banda que me encantaba. Comenzamos a cantar juntos:



“Paula, no me olvides Paula, para siempre Paula en el alma

Me falta tu mirada, tu sonrisa dulce y tu cuerpo al despertar.

¿Dónde estás?, ¿dónde estás?, ¿dónde vas?”.



¿Acaso había una canción de rock alternativo que sacara las lágrimas de la forma en que Paula lo hacía?

R=Lo dudo.

— ¿Te gusta Zoe?—me preguntó algo mordaz aunque creo que lo merecía.

—Me gusta Paula—lo corregí algo presuntuosa con los labios un poco curveados.

—Es su mejor canción hasta ahora—comentó.

Al menos teníamos pensamientos similares.

—Lo sé.

—Eso…—hizo una pausa algo nervioso y me dio una mirada profunda—Eso me gusta mucho de ti.

— ¿Qué? ¿El hecho de qué me guste esa música?

—No. Que lo sabes todo.

¿Estaba siendo muy presumida? ¿O tal vez demasiado "Elizabeth Ortiz" para él? A veces era algo insolente.

—Claro que no lo sé todo—rebatí en un vano intento por que el pensara que podía ser humilde si me lo proponía.

—Si lo sabes—volvió a contradecirme—, solo que no te gusta aceptarlo. Cambiando de tema—no parecía inmutarse—. Sé que te invite a tomar un café pero…

— ¿Sí?—apresuré las cosas mientras lo miraba con atención.

— ¿Qué te parece si vamos a otro lado?—propuso tentador.

—Depende.

— ¿De qué?

—De adonde me vayas a llevar.

—Vamos a estacionar por aquí.

¿Al bosque? Bah… Todo era mejor que ir al famoso café snob del pueblo.

—Me parece bien.

Regresó un par de metros del camino ya recorrido. Nos detuvimos a la orilla de la carretera y bajamos del auto. Él le puso los seguros. ¿Imagínense si le robaran el auto de los Stewart? La sola idea de él mohín que haría la exquisita Catherine (a la que no parecía caerle bien) me sacó una sonrisa como la del gato de "Alicia en el País de las Maravillas".

Él se percató de mi sonrisa y me interpeló:

— ¿Cuál es el chiste?

—Sabes pensé que no podías manejar—dije cambiando de tema con brusquedad.

—Nací en enero. El 2

Me senté en el mullido piso de hojas de árboles satisfecha de que no fuera testarudo y me exigiera una respuesta y él me siguió.

Quedamos frente a frente.

—Así que legalmente ya tienes 15 años—continué con el tema.

—Sí.

—A veces me gustaría ser más grande—me sentí mal por él cuando me lo confesó—. En la prepa todos me ven como un niño.

—Tú eres muy maduro para tu edad—le hice un halago en un intento por subirle el ánimo.

—Gracias—dibujo una sonrisa profusa.

— ¿Cómo conociste a los Stewart?

—Eh…—dudó y bajó la vista al suelo—No sé si deba contarte.

— ¿Por qué no?— hablé algo molesta.

—Es un secreto—se obligó a contestar—. Si te lo dijera deberías prometer que no se lo contaras a nadie.

—Claro que no se lo diría a nadie—torcí la boca en señal de disgusto— ¿No confías en mi?

—Creo que no es tan malo decírtelo—ya había sembrado la duda en él, con facilidad—. Confió en ti—me guiñó el ojo.

Le sonreí con afabilidad devolviéndole el gesto.

— ¿Y bien?—le di el empujoncito final.

—Hace un par de meses Itzel empezó a actuar un poco raro—hizo una mueca al recordarlo—. Bueno ella comenzó a “manipular a las personas”

— ¿A qué te refieres?

—Es un poco difícil de explicar. Era como un lavado de cerebro. Si tú querías comer pizza y ella decía: “no, yo quiero pollo” aceptabas aunque odiaras el pollo—notó la cara de repulsión que debí hacer en ese momento y se detuvo—. No es algo que ella planeara, claro está, solo sucedía—la justificó.

“Lavado de cerebro” ¡Qué horror! ¿Cómo podía Cristóbal hablar de eso de forma tan pasiva?

— ¿Y cómo supo que lo hacía?

—Pues cuando los Stewart llegaron a Itzel le encantó James y de manera inconsciente uso su don con él—bajó la voz—. Lo convenció de que fueran novios.

¡Itzel y James habían salido!

— ¿Y ellos se dieron cuenta?

—Sí, James le dijo a Levi y el habló con mi hermana. Le explicó que era una hibrida y todo lo de la transformación.

— ¿Entonces tú sabes que los Stewart son vampiros?

—Sí.

— ¿Y tu hermana también lo es?

—No completamente, pero sí, lo es.

— ¿Y tú?

—Yo no lo soy.

Noté un brillo peculiar en sus ojos. Al parecer asi le gustaban las cosas.

— ¿No te da miedo a veces convivir con ellos?

Suspiró, como si fuera una pregunta compleja, de las que no quería contestar.

—Acepto que al principio guardaba sospechas…—sonaba arrepentido—, pero estaba equivocado, totalmente equivocado—se disculpó—porque ellos son las personas más amables que he conocido en mi vida. Yo confío en todos ahora, metería mis manos al fuego, especialmente por James.

—Que bien—atiné a decir.

— ¿Y tú como lo sabes?

Suspiré, era una pregunta que yo sabía no podría evadir.

Estiré mi mano y entrelacé los dedos de Cristóbal con los míos. Entonces lo hice.

No me pregunten el motivo pero le mostré todo. La reticencia que siempre mostró Fidelmar hacia el tema de mi madre, el recuerdo de James cuando me contó la verdad, mi reacción y hasta mis pasos de la aceptación.

Sé que Cristóbal era joven en exceso pero dijo cosas grandiosas como:

“A nadie se le debe engañar así”

“Todos somos un poco extraños. Si no ¿Dónde estaría el misterio?”

O que tal:

“Eres una chica original. Que no te preocupe lo que los demás piensen de ti”

Se acabaron los recuerdos y ambos abrimos los ojos.

No sé si fue la situación o el hecho de que me había sincerado con el de una forma que nunca hice con nadie pero Cristóbal me pareció, en ese instante el chico más atrayente que conocí jamás. Y no es que fuera más guapo que James (eso jamás) pero eran, como dije antes, dos mundos distintos.

James era totalmente misterioso, críptico, furtivo, enigmático, indescifrable, tal vez lo era de una forma excesiva. Me gustaba mucho pero resultaba inalcanzable. Además nunca podría salir con alguien como el por qué éramos polos opuestos. El destino nos separaría.

En cambio Cristóbal era especial. Desmesuradamente joven e infantil pero al mismo tiempo podía ser maduro y serio en las ocasiones que lo requerían.

Sus bellísimos ojos azules me miraron con intensidad y me sumergí en ellos. Él tomó sus manos entre las mías y pude sentir en mis oídos el ritmo acelerado de mi pulso.

Una de sus manos se liberó del apretón de la mía y me rosó la cara con suavidad. Tal como lo había hecho James unos días antes. La diferencia era que la piel de Cristóbal era sedosa y tibia. A pesar de eso también me estremecí bajo su contacto.

—Eres muy bella Elizabeth—me manifestó y a pesar de que su voz no era tan musical supe que hablaba en serio.

—No lo soy.

—Shhh…— me calló poniendo un dedo sobre mis labios.

¿Era posible? ¿Podía gustarme Cristóbal?

Se acercó un poco mas y me dio tiempo para que si así lo quería me moviera pero no lo hice. En ese momento deseaba aquello tanto o más que él.

Cuando estuvo seguro de que yo estaba de acuerdo se reclinó lo suficiente y sus labios rozaron contra los míos de una forma muy dulce y tierna. Fue corto pero placentero. Tal como imaginé que sería mi primer beso.

¡Sí! Ese fue mi primer beso.

Con Cristóbal Celess Rasso.

Nuestros rostros se alejaron un par de centímetros.

—Me gustas mucho Elizabeth.

—Y tú a mí—respondí a su declaración con voz suave.

—Sé que no debí besarte así nada más y menos en la primera cita—empezó a disculparse a borbotones—. No le va a gustar nada a tu padre.

—Él no tiene por que saberlo—repliqué.

— ¿Entonces como le explicaras que tienes novio?

En sus facciones aun algo infantiles, se reveló la confusión un poco.

—Yo no recuerdo que me lo hayas pedido—rebatí a su gesto.

Suspiró.

—Bien. Sé que hace poco que nos conocemos—me miró al rostro de frente. Sus bellísimos ojos azules eran de ensueño con ese matiz tan intenso—, pero me gustas mucho, demasiado tal vez. Cuando te vi en la cafetería el primer día comencé a sentir algo por ti, algo que jamás había sentido. Todos los días te prestaba más atención que a los demás esperando que captaras mis indirectas y en las noches me la pasaba pensando si te podría gustar (yo nunca me di cuenta); recordando tu cara y coligiendo tus frases antes de dormir.

Suspiró de nuevo, como dejando al pasado ese recuerdo.

—Me di cuenta de que te gustaba James—continuó—, y al principio me sentí celoso por primera vez en mis 15 años (aun me gustaba James un poco). Hoy justo cuando me mostraste tus pensamientos estuve seguro. Tal vez Elizabeth creas que estoy loco pero comienzo a enamorarme de ti—eso era muy rápido pero me encanto oírlo de sus labios “comienzo a enamorarme de ti” ¿no sonaba genial?—. Cuando nos besamos me sentí estupendamente. Yo no sé muy bien expresar mis emociones con palabras solo sé que tú me encantas. Así que… Fátima Elizabeth Ortiz Bibian… ¿Te gustaría ser mi novia?

Guardé silencio por un momento. Todo era muy rápido. Antes de esta misma tarde solo pensaba en Cristóbal como un amigo pero ahora me gustaba. Además era un chico guapo, agradable, y lo más importante: yo le gustaba. Además era súper escuchar todo lo que pensó de mí desde el primer día, era como música de Zoe para mis oídos.

—Siiiii.

Cristóbal saltó de la emoción cuando acepté.

El resto de nuestra primera cita conversamos sobre nuestra música favorita. A él no le gustaba la música clásica pero era algo con lo que yo podía lidiar. Ese era solo un pequeño defecto que tenía corrección con el tiempo. Y no estaba tan mal, al menos tampoco le gustaba el duranguense (eso si era algo con lo que yo no podía lidiar en aquel momento).

Al final; justo con la salida del crepúsculo Cristóbal me llevó a mi casa.

—Ya me tengo que ir—mencioné mientras separaba con delicadeza mi mano de la suya. Abrí la puerta del coche para bajar.

— ¿Vas a soñar conmigo? —añadió con sus ojos cargados de una inmensa ilusión… De la ilusión del primer enamoramiento. Y era perfecto, maravilloso.

—No lo sé— ¿fui un poco cortante?—. Eso espero.

Bajé del coche y cerré la puerta.

—Buenas noches Elizabeth—se despidió de mí asomándose por la ventana del copiloto.

—Sueñas conmigo Cristóbal—le pedí antes de que se fuera.

Éramos distintos por que él me lo preguntaba y yo se lo ordenaba.

—Siempre—respondió como si no fuera necesario que lo mencionara.

Y el auto arrancó.

Esperé hasta que desapareciera de mi vista y entre a mi casa. Emocionada, con la cabeza y el corazón revueltos y las emociones a flor de piel.

No importaba lo que pudiera suceder después, si me gustarían otros chicos, u otras chicas a él, si nos peleábamos una vez… él era mi primer beso, mi primer novio… Cristóbal ya era alguien inolvidable para mi, alguien que siempre estaría en mi corazón.

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Muy tarde pero llegó el capi. Espero que les guste chicos. Recuerden que... a pesar de mi gran ausencia tanto aqui como en sus blogs los quiero mil y pronto en las vacas me pondre al corriente.

Besos!!